El 16 de enero llegó nuestro aniversario de matrimonio (civil) y, ya que durante diciembre mi señor esposo sufrió el flagelo de la cesantía, imaginé que estaríamos a la luz de las velas comiendo un completo con chucrut en nuestra propia casa. Pero no. Mi pierno peludo bien temprano me pidió que buscara un lugar rico para celebrar nuestros 4 años de amorsh, y como soy una hembra obediente, perdí importantes horas de trabajo recogiendo impresiones y leyendo las cartas en internet.
Había llegado a una terna: Oda Pacífico, Amaya o Caperucita y el Lobo. Todos en Valparaíso. Sin embargo, la carta de Caperucita y El Lobo tenía unos platos que se leían tan ricos, que babeé como el perro de Pavlov el resto de la tarde, en especial por una pasta rellena con machas a la parmesana.
Llegada la hora salí con zapatillas de clavo como buena empleada pública para acicalarme en casa y esperar a mi marido bañadita y perfumadita.
Caperucita y El lobo está en calle Ferrari. Pero ojo, está super abajo. Hicimos el loco subiendo por Av. Francia hasta Av. Alemania para bajar por Ferrari y terminamos estacionados detrás de Ripley. O sea, pavos totales. Luego hay que subir una escalera un poco larga, pero que te hace recordar las antiguas glorias de Valparaíso. Yo llegué con asma arriba porque como Sebastián tenía hambre, y el hambre lo vuelve un energúmeno, me subió a tirones, rosando en la violencia intrafamiliar. Romántico.
Nos sentamos en una de las mesitas de la terraza, con vista a la ciudad y al mar. No es la vista del Montealegre (restaurant del Casa Higueras), pero es bien bonita. Nos atienden inmediatamente; traen la carta que parece parte de matrimonio gigante. Creo que todo es una broma de mal gusto: NO ENCUENTRO LAS PASTAS DE MACHA A LA PARMESANA. Paso de la ira a la pena, de la pena a la frustración, a las ganas de tirarme de la terraza para abajo, y finalmente, la resignación. La Carta es muy reducida, pro no nos importa tanto porque sabemos que es signo de buenos platos, al menos frescos.
Antes de comenzar el desglose quiero hacer una precisión. Dije alguna vez, a propósito del fiasco en Jaiba Cordero, que hay restaurantes en que te puede gustar o no la comida, pero en que hay dedicación y amor. Siempre en definitiva, es cosa de gustos. Lo que es imperdonable es un restaurant en que hagan pasar por gourmet comida que está hecha a lo Mcdonalds.
I. Appetizzers
Pido mi clásica coca cola y Sebastián se regodea con las cervezas. Finalmente pide una Ruberg Stout buenísima. Nos sirven unos pequeños vasitos, no le entiendo bien a la niña qué son. Son una suerte de consomé de pescado o mariscos, tibio, rico. Luego traen un pan exquisito: parece de molde casero, más bien un queque, a las finas hierbas. Calentito. Traen mantequilla suave. Como imaginarán, tuvieron que reponerlo varias veces. Plancha.
II. Entrada
Pedimos Ostiones en salsa de puerros con jamón serrano confitado. Debo confesar que cuando trajeron el plato me pareció que por su tamaño (4 ostiones) no se condecía con el precio. Pero lo cierto es, que estaba tan espectacular, que lo valía. Además los ostiones eran gigantes. Bravo. Ñam.
III. Platos de fondo
Como venía con la idea de las pastas de machas a la parmesana, me costó mucho elegir un plato en subsidio (todavía estaba picada). Finalmente pido un trutro de pollo confitado con risotto de alcachofas. Sebastián pide unos ñoquis con una salsa natural. Acá es donde no nos convencimos del todo. En primer lugar, yo iba en la segunda cucharada cuando Sebastián ya había terminado. Me dio como penita, así que le compartí mi tuto (...). Mi tuto estaba rico, super bien hecho, cocción perfecta, crujente y todo, pero la verdad, en el fondo era un tuto a la parrilla, de esos que uno come en un asado en su casa, cuando te queda super bien hecho. No se si es lo que uno espera comer en un restaurant de este tipo. El risotto buenísimo, suave, con toque de acidez, perfecto. Ambos platos estaba perfectamente bien ejecutados, pero coincidimos en que las porciones eran muy pequeñas y que por sabor tampoco destacaban. Aunque también es factible que seamos muy glotones y estemos perdiendo el sentido del gusto.
IV. Postres
Como nos quedó harto espacio, pedimos postres. Seba pidió Nougat (turrón semifrío con nueces y almendras, con piña rebosada, migas crocantes y crema de coco) y yo Croquetas fritas de trufa avellanas y salsa fría de chocolate bitter. Acá es donde uno se come todas las calorías que no te ingresaron por el plato de fondo. Los postres están a otro nivel, nivel Dios (aunque dios diabético). A primera vista los postres también se ven pequeños, lo mío eran 4 croquetas de trufa, pero no fui capaz de comerme más de 2...ya saben quién se ofreció desinteresadamente a terminar mi plato... exquisito.
Lo bueno: Extrema amabilidad; amor por lo que hacen; cuando llamé para reservar me preguntaron si era una ocasión especial y les dije que era nuestro aniversario. Después del postre nos llevaron un plato rectangular muy lindo con un brownie con manjar, arándanos azucarados, chocolate blanco y frutillas, con una leyenda en chocolate "feliz aniversario". Rico y un inolvidable detalle. Con la cuenta también te llevan unos merenguitos con manjar. A esa altura ya deberían mandar también una bolsita de insulina.....
Lo malo: Los platos de fondo quedan un poco al debe. En cantidad y en creatividad, falta ese elemento sorpresa, eso que confunde tu paladar, que te hace sentir que aunque pasaras 5 años y un día encerrado en la cocina, nunca podrías igualar el sabor. Que la carta en el sitio web no sea la misma que hay en el local.
La Caperucita y El Lobo
Ferrari 75
Cuenta: $39.000