Cuando éramos pobres como ratas (mientras hacíamos la práctica) siempre dijimos que, con nuestro primer sueldo iríamos al Pasta e Vino. Toda la gente que ya recibía ingresos hablaba de lo maravilloso que era... y nosotros en la comida china. Pero como no hay plazo que no se cumpla, finalmente llegó el día en que pudimos asomarnos tímidamente por las puertas de vidrio de Pasta e Vino preguntando por una mesa. No sin miedo, ya que todo el mundo nos había advertido que era bastante caro y había que reservar con mucha anticipación. Ante eso, hicimos una parada previa en el cajero automático más cercano y enfilamos ansiosos, con la mirada llena de ilusión, casi como una postal navideña, pero también asustados por la posibilidad de quedarnos derechamente debajo de la mesa.
Como es un clásico, llegamos a la hora del níspero; pero al fin llegó el día en que nuestra impuntalidad nos favoreció: habían mesas disponibles aunque no habíamos reservado.
Desde la entrada en Pasta e Vino todo está perfectamente calculado; la luz, la temperatura ambiente, el estilo de los garzones, la recepcionista, el diseño interior y de los muebles. Todo es moderno, de líneas simples, pero elegante. Nos traen la carta y casi nos caímos de las sillas. ¿caro? Sí, puede ser, y sólo un poco, pero igual de caro que muchísimos restaurantes ochenta mil veces inferiores en calidad. No ochenta mil, diría ocho millones.
Nos traen una sencilla carta con una pequeña cantidad de platos a alegir.
I. Appetizers, entradas y bebidas
Lo primero que pedimos, fue un carpaccio de camarones. Traen una cesta de diferentes tipos de masas, unos espirales entre pan y galleta para untar en una vinagreta que NUNCA hemos podido saber qué es. Es como aceite de oliva con aceto, pero con toques dulces. Sobre este aceite flota una flor. Rico para todos los sentidos. Las bebidas correctas en botella de vidrio a un precio decente. Un appetizer de bienvenida: una brocheta pequeña de tomate cherry con queso. Típica de matrimonios. La miramos a huevo y al comerla...plop! era agridulce!! maravillosa!
Traen el carpaccio de camarones. No entendemos nada: Sobre un plato transparente están unas lenguas o filetes blancos. Resultan ser los camarones. Suaves en limón. Quizás demasiado suaves, pero muy rico.
II. Platos de fondo
Excelentemente bien servidos, sin demora en hermosos platos y mejores cubiertos. Debo advertir desde ya, que el momento en que traen el plato es uno de los más deliciosos, ya que el aroma que traen es in-cre-í-ble.
Sebastián se arriesga con Ravioles de pato con salsa de Oporto: Este plato tiene un sabor fuertísimo, pero EXQUISITO (pucha, de recordarlo ya me dio hambre!). Es un sabor firme y bien definido, tan potente que definitivamente se constituye en un DEBER pedir al final un tecito para no despertar en medio de la noche emulando a Lawrence de Arabia.
Yo pido Ravioles de zapallo con queso de cabra, tomate y albahaca. Este plato tiene un sabor aceitoso, donde lo levemente salado del queso y el tomate se une con el sabor levemente dulzón del zapallo. Algo que jamás podría repetir en mi humilde cocina.
Quedamos hipnotizados. Y aún falta...
III. Postres
Sebastián se anota con una Panacotta con salsa de frutos rojos (ja, ahora ven por qué pedí lo que pedí en Genesia) y yo algo que se convirtió en mi postre favorito de todos los tiempos: Crocante de manzana con helado y caramelo.
Amo la panacotta, pero según Sebastián, comió una mejor en El Alegretto. En una impecable presentación, la blanca panacotta estilo flan, bañada en salsa de frambuesa. Por mi parte, puedo decir que el crocante de manzana es una adicción, especialmente para aquellos que comíamos granola sola a cualquier hora: sobre una base de granola y manzanas asadas, helado de vainilla coronado por un lindo (y rico) adorno de caramelo seco. Extremadamente dulce, pero a la vez refrescante.
IV. Calificación
Quedamos totalmente felices, al punto que estimamos necesario volver al menos una vez al mes. De hecho, dicen que la pequeña carta de platos va cambiando cada cierto tiempo. Desde que uno entra, Pasta e Vino es una experiencia de placer de sabores, olores, servicio. Todos los detalles aparecen cuidadosamente estudiados para que uno salga completamente feliz.
Y la cuenta? Totalmente acorde con lo que se entrega. Así no duele; casi da gusto! qué rico trabajar para poder darnos estos gustos!! (aunque francamente sería mejor ganarse el kino).
Pasta e Vino
Templeman 352, Valparaiso
Cuenta: $30.000
Nota: 6,8 (sólo porque aún no conozco todos los restaurantes)