domingo, 25 de septiembre de 2011

Almorzando con el Gigi

Textualmente voy pa' Quellón este lunes, en viaje de trabajo. Aprovechando entonces el mega-apagón del sábado, le hablé a mi Sr. esposo acerca de las marisquerías que me habían recomendado y la forma en que pensaba engullir un choro zapato, cuando a la luz de las velas pude advertir en su cara una expresión de desazón. Su angustia era tal que luego de un silencio, le propuse almorzar el domingo en Concón. Cuando queremos pastas con mariscos, vamos a Labutiq. Cuando queremos ir a la segura, vamos donde Don Chicho. Calypso no da el ancho y para qué halar de La Gatita y el misterio sin resolver de la gente que hace fila para esperar una mesa. Entonces decidimos ir a un lugar intrigante: EL RESTAURANT DEL GIGI. Ubicado en Higerillas, este lugar cuelga del cerro con un aire rústico. Subimos una pequeña escala y tuvimos esa suerte que pocas veces se da, de encontrar desocupada una mesa para dos justo en la terraza vista al mar. La terraza es al aire lire y de madera. Si los cables fueran soterrados, sería perfecto, pero bueno, estamos en Chile. Rápidamente notamos que todos los que atienden visten el mismo estilo, el estilo Gigi, por supuesto, quien cocina, atiende, saluda, da consejos, conversa y explica los platos a quienes lo quieran oír. Estilo relajado, familiar y medio hippie, pero a la vez muy eficiente. Vienen pronto a atendernos, ponen la mesa con velocidad del rayo. I. Entradas y Appetizers Traen panera con 3 pancitos redondos calientes, mantequilla y una suerte de salsa con sabor pebre con mariscos. Raro, rico, pero nada del otro mundo. Pedimos una coca cola, una Kunstmann Bock, y canapés del Gigi. Habían en 3 tamaños y el chico que nos atendió nos trajo el pequeño, ya que pretendíamos pedir plato de fondo. Eso fue un absoluto acierto: los canapés no eran precisamente canapés de matrimonio, sino casi tapas: en pan cortado en transversal, centolla, salmón, locos, ostiones, generalmente acompañado con alguna salsa que acentuaba el sabor de cada marisco. También calugas de pescado rebosado. Exquisito, y bastante abundante, pedir el grande de este plato debe ser suficiente para 2 en la noche, por ejemplo. II. Platos de Fondo La verdad es que pedir es bien difícil puesto que la carta es de lo más variopinta. Tanto que llama a la confusión. Los precios me espantaron un poco, pero en fin, como casi todo costaba igual, no era parámetro elegir por precio. Pido chupe especial y Sebastián Congrio frutto di mare con un toque de pasta, para lo cual elige ñoquis. Se demoran muy poco en traer los platos humeantes. Curiosamente ámbos platos traían una salsa de igual textura y color, pero de sabor eran totalmente diferentes. El plato de Sebastián tenía un exquisito sabor a queso parmesano y los ñoquis se derretían en la boca. Impresionante. Mi chupe (en paila de greda) era de lo mejor que he probado en chupes: muy suave, trozos de mariscos (loco, jaiva, camarón, machas, ostión) en una pasta de marisco desmenuzado. Jamás sentí sabor a pan, de hecho me pregunto si tendría pan o era sólo marisco. III. Postres Francamente no me cabía ni un granizado, pero Sebastián invitaba e insistió. No quería comer porque había quedado muerta con el chupe, que era bien pesado, y los postres no se leían refrescantes, sino por el contrario, eran pie, tartaletas o bizcochos acompañados con helado. Para no ser mala onda con el macho en su carácter de proveedor pido lo que parecía menos seco: medallón de piña acaramelada con frutas. Mi Seba, siempre fiel a su estilo, pide el postre que más parece diseñado para el infarto a los 40 años: bizcocho de chocolate con salsa de frutos secos. Su postre era un bizcocho bañado en una densa salsa de manjar y chocolate, bañada en granola. afortunadamente traía helado, para poder tragar mejor que en el desierto. Mi postre era una daja grande de piña acaramelada con trozos de diversas frutas encima, con una salsa de caramelo al damasco; parecía una piña "pasada" como sopaipilla. Super rico, pero era como una piña a lo pobre. Estoy segura que los postres que pedimos tenían más calorías que los platos de fondo... y los canapés. Si ud. espera un plato pequeño y refinado al son de Bach, este no es el lugar. Si ud. quiere comer rico, relajado, al aire libre, y sintiendo que es un restaurant atendido realmente por su dueño (la cocina es tipo americana y desde ahí Gigi se comunica con los meseros y también con los clientes, es muy gracioso) tiene que venir. Lo bueno: Aire lire, vista al mar, platos abundantes y ricos, rápida atención, ambiente familiar. Lo malo: Es un poco carito. No hay postres refrescantes. Hay que bajar al quisco más cercano y comprar agua mineral para no disecarse después de comer. Calificación: Volveremos. Cuenta: $33.000 Restaurant Del Gigi Av. Borgoño 21380, Concón